domingo, 19 de diciembre de 2010

Un jueves me besó por primera vez

La ví a lo lejos intentando que no me encontrara mirándola. Llené mis pulmones de aire y me animé a mirarla a los ojos. Estaba roja y caminaba hacia atrás escondiéndote tras la pared de un café, entre tanto yo me acercaba temblando. La abracé envolviendo con un brazo su espalda abrigada con un tapado negro y sosteniendo la rayuela con la otra mano. Me escondí en el espacio perfectamente delineado entre su hombro y su cuello suspirando buenos aires y pensando al fin bella. Ella me tomó con su mano mi alladodelaboca y me dió un besocorto desbordante. En ese preciso {precioso} momento supe que tus labios eran dulces, siempre lo fueron, a toda hora, todos los días. Son cereza, no porque tuvieran ese sabor, porque no me gusta la cereza sino porque a ella le gusta esa palabra.
No podía parar un taxi, tenía los brazos cruzados y la vergüenza despierta. Habíamos pautado hablar de su aumento de sueldo si nos paralizábamos y así fue. La parálisis duró lo que dura detener un taxi y llegar a casa. Un tipito nos gritaba desde un camión vayaasaberquécosa. Sonreíamos, nos rozábamos {pieldepollo}. Ella se apoyaba en mi cuerpo y yo pendulaba {piernasflojitas}. Finalmente logré levantar la mano y parar un taxi {parar el mundo}. Allí nos habremos dado algún beso, recuerdo esquivar su mirada optando por mirar Buenos Aires por la ventana izquierda {¡Estaba ahí! no existía un centímetro de luz entre ella y yo}. Bajamos en la esquina de casa… Sus besos y los míos sumaban mucho más que mil. No pensaba en nada, flotaba.. Después de sus caritas dormimos, yo besando su espalda.

Otro Jueves nos encontramos en la esquina de siempre, me regaló un paragüitas, le di un beso de amor, decidimos ir a casa y ver a sus padres que pasarían a saludarnos porque viajaban al interior ese fin de semana. Caminamos por las veredas hasta la estación del subte, reímos con complicidad de una piba que nos aturdía con historias absurdas en pleno ladrillo inhumano que se forma en ese lugar a la hora pico. Yo intentaba contagiarle mis emociones poniéndole en el oído Since I’ve been loving you.

Recuerdo despedir a sus padres y abrazarla suspirando, yo con la sensación de certeza sobre nuestra relación, con la convicción de tener que enfrentar cambios y el deseo, tan grande como la espalda, de querer hacerlo.

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